11-08-2018 NO IMPORTA TANTO LA CANTIDAD COMO LA CALIDAD
Sobre la presunta oposición entre
calidad y cantidad se han desarrollado complejas teorías filosóficas y algunas
bromas chuscas de burdo erotismo disfrazado de agudeza verbal, disparidad de
planteamientos que pone de relieve la importancia del asunto. La aparente
contradicción la resuelve el método de análisis que exige considerar los
aspectos y los cambios cuantitativos de los objetos y de los fenómenos desde el
punto de vista de su estrecha vinculación mutua y de su acción recíproca. Dicho
en román paladino, no deberían disociarse nunca la cantidad y la calidad.
Tan sencillo como elemental
principio presenta serias lagunas en el mundo que nos ha tocado vivir y en el
sistema de comunicación vigente, que nos ofrece de manera constante balances
numéricos que miden, desde el paro al IPC, los beneficios de los bancos o los
millones de euros que cuesta un futbolista, la cantidad de personas que asiste
a un concierto, el precio medio de las viviendas nuevas y usadas o los
incontables turistas que nos visitan. A este último punto quería llegar y,
según es costumbre en estos artículos semanales, aplicando el cuento al paisaje
urbano y social que nos es más próximo, el de la provincia de Cuenca.
Porque también aquí, de forma
periódica, quienes tienen que ver con el turismo en el ámbito local, provincial
o regional lo reducen todo a exponer cifras, generalmente triunfalista, sobre
el número de visitantes registrados, las pernoctaciones contabilizadas, el
nivel medio de estancia y casi casi la cantidad de euros invertidos en comer,
dormir, comprar regalos o visitar museos. Conocer esos datos está bien, pues
ayudan en la percepción de un retrato cabal de lo que está sucediendo pero no
es suficiente si, como se dice en el párrafo de introducción, no se tiene en
cuenta el otro componente del binomio, o sea, la calidad de ese turismo y,
también, la calidad del servicio que se está prestando a los visitantes. Pero
de esto no oigo nunca hablar a quienes tan orondos y satisfechos se muestran
ofreciendo datos positivos.
Convendría que los sectores
interesados, todos, hicieran un proceso de meditación y análisis sobre la
situación real del turismo en Cuenca, tal como lo estamos viviendo estos días
agosteños. Habría que valorar la calidad (pésima) de la señalización turística
que afea tantos rincones de la ciudad y que lleva años esperando la
sustitución. Situación similar a la que se detecta en no pocos rincones de la
provincia, donde en buena hora se instalaron paneles informativos que por falta
de mantenimiento ofrecen una impresión muy negativa. Los profesionales de la hostelería
deberían meditar sobre el nivel cualitativo que se está prestando en bares y
restaurantes. Los guías turísticos necesitan ser ayudados para corregir algunos
disparates que con la mejor buena voluntad de entretener a los clientes se les
escapa. Las administraciones responsables harían bien en realizar una puesta en
común y analizar hasta qué punto están siendo desaprovechadas las
potencialidades culturales y ecológicas que ofrece la provincia. Y así
podríamos seguir desgranando cuestiones, que no es el caso, sino de abrir el
panorama al análisis de las deficiencias que cualquier observador puede
detectar y no, claro, con el ánimo de criticar porque sí sino con el de
establecer unos criterios encaminados a mejorar una situación que, en cantidad,
parece ofrecer datos positivos, satisfactorios para la estadística y la cuenta
de resultados. No debería descuidarse la calidad que, pienso, no está siendo
atendida como sería razonable.
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